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Mostrando entradas de junio, 2014

Big bang.

La vida es cúmulo de cosas que no tienen sentido, que se ahogan en un vaso, que se hunden en el fondo de un tequilero. La vida es todo eso que vemos, lo que no vemos, lo que imaginamos y lo que otros imaginan. Y sin saber qué es la vida y qué no es, nos atrevemos a hablar sin tener ni idea, a establecer parámetros y patrones, a clasificar por orden y a inventarnos reglas que no tienen ninguna base. Si las teorías más famosas y respetadas no son más que el fruto del invento de la imaginación de un científico, ¿por qué la gente que inventa en su mente mundos extraordinarios está loca? No nos paramos a pensar, últimamente. Para pensar hay que sentir primero, porque pensar no es algo mecánico. Está francamente bien que construyamos robots que hagan más fácil nuestro día a día. Lo que es francamente inadmisible es que nosotros nos convirtamos en ellos. Y yo no me canso de sentir cada día cosas nuevas que a veces me confunden y otras veces me llenan, para después pensar y establecer una refl

Vivir.

No podemos controlarlo todo. Hay cosas que, sencillamente, se nos escapan de la mano. No podemos aferrarnos a las hojas que mueve el viento, porque se volverán a ir. Es mejor dejar que el viento sople, que las cosas bailen, que vayan, que vengan. Resulta irritante y enfermizo intentar controlar todo lo que nos rodea y acaba por volvernos locos. Vivimos en un mundo tan complejo que vivir intentando controlarlo no es vivir, porque te olvidas de hacerlo. Vivir es asumir que no las cosas no dependen de ti hasta cierto punto. Disfrutar las que vienen, extrañar las que se van.

Eco

Es imposible. No se puede vivir sin dejar huellas en el camino que hemos recorrido, sin modificar la cantidad de oxígeno en el aire, sin provocar un impacto en la tierra que pisamos por el peso que ejercemos. Cualquiera, por insignificante que se considere, es capaz de cambiar el transcurso de su vida, la dirección de sus palabras. La historia es nuestra, la escribimos nosotros, y no sabemos el poder que tenemos en nuestras manos. No sirve de nada andar intentando no hacer ruido porque hasta el más mínimo suspiro es escuchado por alguien. No somos invisibles, no somos solo aire. Y no podemos controlarlo. Se nos escapa de las manos como una pluma que se lleva el viento y da igual cuánto corramos, porque ya se habrá ido. Las pequeñas decisiones generan grandes consecuencias que estamos obligados a asumir sin tener culpa. Y esto, no es una opción. Estamos encadenados a tantas cosas tan invisibles pero que pesan tanto, y esta es una de ellas. Cada pequeño acto es un leve sonido que grita

Por los siglos de los siglos.

Hacer del amor una religión y rezarle cada noche, debajo de tus sábanas. Que tus oraciones en mi espalda sean lo primero al despertarme y lo último al acostarme. Tener fe, creer en lo nuestro, no perder las ganas y mantenernos. Mirar al cielo y desear haber elegido el camino correcto con la certeza de haberlo hecho. Escribir nuestro propio libro sagrado, con recortes de revistas, fotos de nuestros besos y los versos de cada oración nocturna. Predicar el amor a gritos entre las gentes, que se unan al sentimiento de la fe en la humanidad. Querernos sin pretexto, sin por qué. Que nuestra habitación sea el templo sagrado de nuestra religión, que tus manos y mis labios sean los profetas, y los besos todos nuestros fieles. Ir al cielo sin tener que morir antes, solo con mirarnos basta. El infierno queda reducido a los segundos en los que no te tengo aquí, oyéndote respirar. Que nos miren como a locos y sonreír, porque estaremos locos, pero solo los locos aman con locura. Solo los locos creen

Aprovecha el tiempo.

Me preguntaron que si era feliz deambulando por las horas, sin seguir un rumbo fijo, sin un por qué de existir. Me dijeron que en la vida hay que tener claro qué paso vas a dar y qué camino vas a elegir, tener siempre una meta en mente y no dejar de avanzar para alcanzarla, porque solo cuando la alcancemos seremos realmente felices. Todo el mundo vive así, siguiendo este patrón de vida, y nunca nadie alcanzó la felicidad plena o por lo menos no queda constancia de ello. ¿No es hora de darle un giro? Yo ya me he cansado de condenarme al fracaso conscientemente. Si solo somos una animal más de la fauna de este planeta, ¿por qué vivimos sintiéndonos superiores? No somos superiores por poder sentirnos así, que podamos sentir nos hace afortunados, pero nos estamos equivocando en los caminos. ¿Es realmente necesario saber lo que vamos hacer a continuación para no perdernos? Ya estamos perdidos. Es mejor hacer nuestro propio camino conforme vamos avanzando entre las hierbas, dejando huella a

La soledad es inexistente.

Cuando te sientas más solo, recuerda que no lo estás. La soledad te acompaña en esos momentos y, aunque suene paradójico, es nuestra infiel más fiel. En esos momentos de odio hacia la ausencia la desesperación nos inunda y el fracaso nos acecha, pero solo son vagas ilusiones que nuestros demonios inventan para vernos tropezar y caer. Siempre hay alguien a tu lado y solo tienes que mirar un espejo si quieres hablar con él. Jamás nadie permanecerá a nuestro lado si no sabemos estar con nosotros mismos. No te preocupes por lo que la gente pueda quererte y quiérete tú, aprende a vivir contigo y a valorar tu propia compañía porque, lo quieras o no, tú estarás contigo siempre y el resto de la gente es solo el aire que se mueve a tu alrededor. En el transcurso de tu vida la gente irá y la gente vendrá, pero tú estarás ahí contigo mismo en todo momento. Quieto, inmóvil, paciente. Aprende a querer a ese del espejo, habla con él y cuéntaselo todo, mírale a los ojos y sonríele. ¿No entiendes que

Desesperanza.

Era un jardín de flores blancas y lilas con un aroma a dulce en la brisa que le acariciaba las mejillas y mecía su hamaca. Se sentía tan bien. Su piel empezaba a coger color dorado por el sol y ella solo cerraba los ojos dejándose acariciar por los rayos de luz de la tarde. No había marcas en su cuerpo, más que lunares y alguna mancha de nacimiento. Su pelo largo y oscuro caía y llegaba hasta el suelo. Estaba guapísima y lo mejor de todo era que así se sentía ella. Miraba su reflejo en todas partes y cada vez le gustaba más lo que veía. No solo se sentía bien con su reflejo, también se sentía bien con el resto de la gente. Hablaba con todo el mundo, reía, abrazaba. Solo se arrepintió de no haber vivido así más tiempo, no parecía tan difícil de conseguir. El tiempo pasaba y cada vez brillaba el sol con más fuerza. Se enamoró de alguien y su amor fue correspondido, miraba en sus ojos lo inmenso de su felicidad. Ojalá todo fuese así para siempre. El señor de bata blanca contempló extra

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Imagen
Y con los ojos me contó la historia de cómo la lujuria manchó su inocencia, en manos de alguien que no volverá.

Lo fatal.

Nadie se enamora de una persona triste. Y esto también es triste, pero es real. La gente no suele quedarse con la parte oscura de la vida, tal vez se sientan atraídos por el lado más melancólico de un alma y permanezcan con él un tiempo pero, créeme, se acabarán marchando. Lo único que acerca a las personas a la tristeza es la curiosidad, la necesidad de cambio. Pero a largo plazo todos eligen la felicidad, la alegría, las luces de colores y las canciones con las que se suda al bailar. Llevo cada día de mi vida esforzándome por falsificar una sonrisa lo suficientemente creíble como para no despertar la curiosidad ajena en mi tristeza férrea. Es fácil mentir con los labios: palabras dulces en susurros, besos y una sonrisas. Lo difícil, lo fatal, es mentir con los ojos. La mirada es un rasgo muy distintivo de cada persona, y es capaz de contarnos más de lo que mil palabras pudieran decir. Mi mirada siempre habla por mí antes de que yo siquiera aparezca. Lo cansado en mis ojos es evident

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Te miras al espejo y la sonrisa desvanece. ¿Eso eres tú, todo el tiempo? A veces, me gustaría ser solo un alma sin cuerpo. Me mutilan todas esas miradas indiscretas hacia lo de fuera, que no saben, que no pueden ver lo de dentro. Y no es que lo de dentro esté mejor que lo de fuera, pero si quieren ver mi asco, que lo vean entero. Siempre se quedan a medias. Me hunde. Les ruego que dejen de dejarse llevar por lo que le guían sus sentidos. La razón es una maliciosa embustera compulsiva. Pregúntenselo todo a ustedes mismos y no teman hallar la respuesta. De todas formas, no la van a encontrar. Nunca se queden a medias, nunca confíen, nunca nunca. Las primeras impresiones engañan, nunca sabemos qué puede haber detrás. Urgen en todo, escarben en la mierda hasta quedarse sin uñas. La curiosidad mató al gato, pero murió sabiendo.

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Me abandoné. Me aparté a mí misma en una esquina del mármol frío del suelo, como esa camiseta sudada que te quitas y la tiras sin fijarte dónde cae. Me cansé y quise huir, pero no pude. No pude huir porque mis demonios me perseguían a cada paso, porque ellos vivían dentro de mi. Porque mis demonios viven en mí, porque mis demonios soy yo. No puedo huir de mi misma, no puedo escapar de mi mente. No, no soy capaz. ¿Sabes? Es como estar cayendo en un pozo que no tiene fondo, y mientras caes piensas en que no podrás volver a subir, pero no puedes parar de bajar. Todo lo que sube baja, pero todo lo que baja no vuelve subir. Me estoy volviendo loca lentamente y esto es todo lo que puedo hacer. Escribirlo en un ordenador sucio y a medio romper, en un lugar donde nadie lo leerá y aún así todos fingirán querer salvarme. (Y sé que en realidad nadie leerá esta mierda, pero si lo lees hasta el final pon "azul" en un comentario.)Le estoy pidiendo ayuda al aire, sabiendo que la respuesta s

Fin.

Llevaba años planeando ese momento y, por fin, llegó. No me temblaba el pulso, estaba decidida. Quería hacerlo. Esperé a que todo el mundo se hubiese ido de casa en aquella tarde de viernes trece. Dejé una carta en el salón, dos bajo la almohada de mis padres, una bajo la de mi hermano y tres en la mesa de la cocina con los nombres de las tres personas a las que debían llegarles. Cogí la mochila y bajé las escaleras por última vez. Sonreía de verdad. Conocía perfectamente los pasos que había de seguir y simplemente lo hice. Llegué allí, a aquel parque tan alejado del pueblo y de la vida real, con esa hermosa pendiente al mar azul. Tiré la mochila en el suelo y me apoyé sobre un muro inestable como mi vida en aquellos momentos. Disfruté aquellos instantes. Eran las siete de la tarde. Aún hacía calor. Esperaría un par de horas, hasta el anochecer. Me asomé un par de veces al acantilado del que mi  vida dependía. Volvía y me apoyaba en el muro. Bebía cerveza y escuchaba aquella canción,

Pas le paradis.

Me levanté aquella sucia mañana de domingo, con dolor de cabeza y un sabor a mierda en la boca. "Rutina", pensé. Fui hacia la cocina y estaban mis padres y mi hermano allí, esperándome para desayunar. Cogí un ibuprofeno y volví a meterme en la cama. Era invierno, hacía frío. Me tapé hasta el cuello e intenté volver a dormir... Mi móvil empezó a vibrar. "¿Quién coño es un domingo a las diez de la mañana?" Eras tú. Sí, tú. Joder, tú. En el momento justo y preciso. Qué manera de calcular, eh. Con todo el asco que tenía en el cuerpo sonreí. Joder, sonreí. Me hiciste sonreír hundiéndome en el fango. Como te odio. Contesté tus mensajes de buenos días. Me pareció tan extraño que estuvieras levantado tan temprano. Pero me hizo feliz, feliz de verdad. Porque si, me hacías feliz. Hacías. Me recoloqué en la cama y hablé contigo durante todo el día. Las horas pasaban volando a tu lado. No sé cómo lo hiciste; descubrí contigo la eternidad de un segundo y lo efímero en dos mes

Lo raro es vivir.

“Es que todo es muy raro, en cuanto te fijas un poco. Lo raro es vivir. Que estemos aquí sentados, que hablemos y se nos oiga, poner una frase detrás de otra sin mirar ningún libro, que no nos duela nada, que lo que bebemos entre por el camino que es y sepa cuándo tiene que torcer, que nos alimente el aire y a otros ya no, que según el antojo de las vísceras nos den ganas de hacer una cosa o la contraria y que de esas ganas dependa a lo mejor el destino, es mucho a la vez, tú, no se abarca, y lo más raro es que lo encontramos normal.”                                                                                                                                                                                 - Carmen Martín Gaite. ¿Te has fijado? Las agujas del reloj se mueven, las nubes surcan los cielos del mundo entero, las olas vuelan por los océanos y golpean las orillas de arena suave, las hojas se caen y vuelven a salir, la gente viene y va y va y va, la gente escucha y habla

Felicidad imberbe.

Y me aferré a todo atisbo de felicidad. Me agarré con uñas y dientes a aquellas efímeras sonrisas, a aquellas falsas ilusiones, y como eran poco consistentes resbalé y me dí contra el suelo. Estaba en la cima del Everest de la felicidad y caí de golpe, empicada, a velocidad de vértigo. Y dolió, aunque mi felicidad no fuese más que un maldito sueño. Puedo decir que aún no sé qué es sentirse plena y plenamente feliz y que hay algo que me dice que nunca llegaré a saberlo porque la felicidad plena no existe. Nos pasamos la vida anhelando esa felicidad, ese bienestar máximo que nos prometieron un día. Y no existe. Perdemos el tiempo en esa causa perdida. Ese es el error fundamental del ser humano. Vivimos para ser felices y nadie ha podido demostrarnos que la felicidad exista. Dejamos de vivir, para centrarnos en buscar ese arquetipo que nunca llega. Y así nos olvidamos de disfrutar cada momento y, cuando llega el final, ni hemos encontrado la felicidad ni hemos vivido. Y entonces, nos jo

Vesania.

Las mentiras recogidas en un beso me espantaron en uno de mis apacibles sueños aquella media noche. Me levanté gritándole a las paredes de mi habitación que no te fueras. Salí corriendo de mi refugio y bajé las escaleras de dos en dos, abrí la puerta que daba a la calle y me expuse al aire caliente y la lluvia fría. Me senté en el alquitrán mojado de la carretera y empecé a llorar hasta el punto en el que no sabía si lo que resbalaba por mi cara era agua de la lluvia ácida o las lágrimas saladas que brotaban de mis cuencas, pero escocían. ¿Dónde estabas? En esos momentos solías aparecer con la sonrisa bien puesta y los ojos bien abiertos, y se disipaban las brumas. Aquella noche no apareciste y eso me recordó que ya no estabas. En mi mente comenzaron a confundirse los recuerdos como en un dibujo de acuarelas que se moja, y ya no supe ni siquiera si eras real o solo un sueño. ¿Tanto tiempo había pasado? Eché a correr. No me preguntes por qué, ¿vale? No lo sé. Necesitaba correr, como h