Por los siglos de los siglos.

Hacer del amor una religión y rezarle cada noche, debajo de tus sábanas. Que tus oraciones en mi espalda sean lo primero al despertarme y lo último al acostarme. Tener fe, creer en lo nuestro, no perder las ganas y mantenernos. Mirar al cielo y desear haber elegido el camino correcto con la certeza de haberlo hecho. Escribir nuestro propio libro sagrado, con recortes de revistas, fotos de nuestros besos y los versos de cada oración nocturna. Predicar el amor a gritos entre las gentes, que se unan al sentimiento de la fe en la humanidad. Querernos sin pretexto, sin por qué. Que nuestra habitación sea el templo sagrado de nuestra religión, que tus manos y mis labios sean los profetas, y los besos todos nuestros fieles. Ir al cielo sin tener que morir antes, solo con mirarnos basta. El infierno queda reducido a los segundos en los que no te tengo aquí, oyéndote respirar. Que nos miren como a locos y sonreír, porque estaremos locos, pero solo los locos aman con locura. Solo los locos creen en una locura como el amor. Y gritarle al mundo que nuestra religión es la verdadera. Y, por los siglos de los siglos, amen (así, sin tilde, del verbo amar).

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