Entradas

Mostrando entradas de noviembre, 2018
No puedo parar de pensar en todas esas historias que escuché y que ahora sé que nunca serán para mí.
Estoy más alegre cuando hay silencio, pero no sé si más feliz. "Soy feliz abriendo una trinchera" es quizá una de las frases que más rebota entre mis cuatro paredes. ¿Es autoboicot o es ambición? Algunas cosas nunca se aclaran. Tal vez porque me gusten más oscuras.
A penas puedo dejar de pensar en todos los planes que hicimos y hacemos para nosotros mismos. Planeamos cada instante como si nada pudiese derrumbarlo, como si a ciencia cierta fuésemos los dueños de nuestra vida y nuestro tiempo. Y ojalá así de simple. La realidad es que no somos si no presos de lo que nos creemos capaces.
Estar dolido no se supera. No como una ruptura, no como una mala época, no como un error. Cuando todo es un error, todo es una mala época. No sé cómo deshacer todo este lío. No sé en qué momento me salí del camino y es demasiado tarde para encontrar el camino de vuelta.  Quizás nunca estuve en el camino correcto.
Siempre pensé que me movía por inercia, dejándome llevar por el viento, siguiendo el rastro de otras ruedas en el asfalto mojado. De pronto siento que, lo que fuese que me movía, va a dejar de hacerlo y me voy a quedar congelada en un instante, dando un frenazo en seco y cayendo de bruces contra todo aquello de lo que estaba intentando huir sin mirar atrás. Resultó estar delante y yo acercándome cada vez más. Lo veo al fondo, pero a esta velocidad, el fondo será el aquí dentro de un suspiro. Dime qué voy a hacer cuando se caiga este escenario.
El paso del tiempo aún me persigue, pero ya no me agobia de la manera de antes. Ya no tengo miedo de no tener el tiempo suficiente de disfrutar porque a penas encuentro con qué hacerlo.
Hablar no es hablar si nadie quiere escucharte.
Veo los días consumirse frente a una pantalla de ordenador o unos folios escritos. El mundo fuera cada vez me parece más extraño, más ajeno, más lejano y más difícil de entender. Yo tampoco quiero estar aquí. No quiero escribir esto en un teclado en mi habitación de siempre, quiero gritar al viento, quiero hablar con alguien que me escuche, quiero andar para descubrir no por tener un sitio al que ir. Los días me parecen una noria. Un día todo tiene sentido por pura inercia y al día siguiente vuelvo a estar en los bajos de un mundo que nunca me gustó. No puedo bajarme y sólo zarandeo la baranda gritando que pare. Me siento atrapada, esperando un cambio que no llega, porque el cambio que quiero no existe. ¿Alguna vez tendré la fuerza de huir?
Cada vez que me cruzo con una persona pienso: ¿cuáles serán sus secretos? No quiero saberlos para usarlos a mi favor o en su contra, ni siquiera por el placer del conocimiento o por pura curiosidad. Que alguien te cuente lo que oculta en el fondo de sus pensamientos, lo que le atormenta en las noches que no puede dormir significa que pone su debilidad en tus manos y que tú puedes hacer con ella lo que quieras, porque sabe que lo único que harás es cuidarla e intentar que se haga más pequeña y tú más fuerte. Hablar de lo que nos atormenta nos hace humanos y hace nuestro dolor más real. No todo el mundo confiará en ti. Quizás nadie lo haga nunca, quizás sin motivo. Pero si alguien alguna vez lo hiciese, ojalá saber convertir en polvo sus miedos, soplarlos lejos y hacerle sentir que todo va bien. Ojalá alguna vez yo también confiase.
Perseguidos por la soledad. ¿Así estamos todos, no? Hay días enteros en los que no hablo con nadie más que conmigo misma y me puedo pasar semanas sin rozar siquiera un abrazo. Al final me hice de hielo y hago como que todo está bien. Al final, todos lo hacemos. ¿De qué vale creer que tu soledad es más triste que la de los demás? ¿De que sirve llorar por comprensión si tú ni siquiera preguntas? Todo el mundo tiene una lucha dentro y la tuya no vale más que la de nadie. Al final, escondo que esté en lucha por ver qué mas luchas esconden los ojos de los demás. Y al final sólo me está haciendo daño a mí. Si de todas formas los días pasan lentos y en soledad, ¿merece la pena? Ojalá alguien se parase a mirar.