Lo fatal.

Nadie se enamora de una persona triste. Y esto también es triste, pero es real. La gente no suele quedarse con la parte oscura de la vida, tal vez se sientan atraídos por el lado más melancólico de un alma y permanezcan con él un tiempo pero, créeme, se acabarán marchando. Lo único que acerca a las personas a la tristeza es la curiosidad, la necesidad de cambio. Pero a largo plazo todos eligen la felicidad, la alegría, las luces de colores y las canciones con las que se suda al bailar.
Llevo cada día de mi vida esforzándome por falsificar una sonrisa lo suficientemente creíble como para no despertar la curiosidad ajena en mi tristeza férrea. Es fácil mentir con los labios: palabras dulces en susurros, besos y una sonrisas. Lo difícil, lo fatal, es mentir con los ojos. La mirada es un rasgo muy distintivo de cada persona, y es capaz de contarnos más de lo que mil palabras pudieran decir. Mi mirada siempre habla por mí antes de que yo siquiera aparezca. Lo cansado en mis ojos es evidente, reflejan ese lado triste que mis labios se esfuerzan en ocultar y no hay nada por hacer para evitarlo. No podemos desprendernos de lo que somos, por mucho que huyamos.
Estos ojos han experimentado cómo la tristeza atrae a las mentes aburridas. He tenido a gente permaneciendo a mi lado un tiempo, ansiosos por intentar descubrir mi lado más gris y pintarlo de colores. Cuando descubren que no hay pintura ni colores suficientes en el arcoiris se van. Se van y me dejan con un hueco al lado del triste color gris, que se expande hasta llenarlo. Así cada centímetro de mi piel se volvió tan gris como una tormenta de verano. Pero mis ojos no son los únicos que delatan lo que no se puede esconder; la voz rota que a veces irrumpe el lágrimas de desespera tampoco ayuda.  Las marcas en mi piel son casi invisibles, pero quien las ve descubre una parte de mí más inmensa que la que muestra mi boca.
Aún así, es curioso, ¿eh? Sigo sonriendo en cada bache. Como por inercia, ¿sabes? Como queriendo ocultar algo que se muestra a gritos. Es cada instante una batalla perdida, pero en la que no puedo dejar de luchar. No doy mi brazo a torcer pero no porque sea fuerte, sino porque me acostumbré a actuar así.
Y si lo piensas, si de verdad lo piensas, es realmente triste. Es tan triste que viva así, por inercia, porque sí pero sin un por qué. Intentando ser quién no soy ni quiero ser, porque lo que soy me atormenta hasta a mí. Reprimiendo cualquier sollozo que no venga a cuento. "No dejes que te descubran" se repite en mi mente en cada sueño. Pero, que le den. No puedo seguir ocultando el gris que me invade. La tristeza echó raíces y ahora está creciendo hacia afuera a velocidad incontrolable. Sí, yo soy esto. Si ya nadie puede querer mis mentiras, ¿qué más me da que odien mis verdades? Prefiero ser yo, con toda esta tiniebla. No puedo seguir fingiendo que mi corazón late al ritmo de una balada, esta sonrisa ya quiere huir de mi cara, cansada de no encajar.
Aquí me tienes, mundo. Una vez más, tú ganas. Me dejaré llevar por el viento frío o caliente sin rechistar. Ya no quiero aferrarme a ningún clavo ardiendo. Que las cosas sigan a su ritmo, que las mías seguirán el suyo. Pero que nadie espere que los ritmos se acompasen.

Comentarios

  1. Me ha gustado mucho tu manera de escribir y de desahogarte, realmente bonito, a la vez que triste claro. Un saludo.

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