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Mostrando entradas de abril, 2019
Cuando cierro los ojos, empiezo a ver, puedo a pensar con claridad en lo oscuro.
Que si te quedas, que si alguien lo hace, no sea una mentira. No quiero tener cerca a nadie que no sepa lo que soy. No escondo el caos. No me refugio tras una máscara. Ya nunca más. No siempre tengo el tiempo, casi nunca tengo las ganas. No necesito mucho afecto ni demasiada atención. No necesito saber todo lo que pasa por tu mente, a penas puedo con lo que pasa por la mía. Lo que sí quiero es que confíes, que no pienses que mi aislamiento es una forma de echarte, que nunca seré como todos los demás aunque ya lo haya intentado. No puedo seguir reprochándome a mí misma el no querer lo que quiere todo el mundo. Hay días que no quiero salir y hasta días que no quiero hablar. Otros días lo haré, y lo sabrás, y no tendré tapujos en vivir mis ganas. Pero no puedo forzarme más porque la presión anula los días de calma. Fuera hay cientos, fuera hay miles. Yo no soy la mejor opción, solo soy otra más entre tantas. La ventaja es que, conmigo, ya sabes por dónde vendrá la lluvia. Quizás es u
De las peores metáforas surgen en mi cabeza las más grandes de las ideas. Escuché, en un contexto completamente diferente a este, una comparación de algo caótico con una sopa de fideos . Y, al final, me di cuenta de que podemos limitarlo todo a eso. Un montón de fideos en un caldo: sin orden, sin saber qué pasa, de dónde viene esta cuchara o de dónde todo lo demás. Pero cada roce, cada segundo, dónde estés en cada momento, va a limitar todo lo que viene después. Y no se puede conocer ni controlar, sólo dejarse llevar entre torbellinos.
El límite es el tiempo, y cómo lo distribuyes. Lo sabes, lo entiendes, siempre te lo han dicho. Lo que no te dijeron es que las opciones se van excluyendo mutuamente entre sí, y si un día decides restar un cuarto de día a una tarea para dártela a ti, en el futuro el número de opciones se reduce. Y crece en exponencial, dejándote con el único camino que tu mente es capaz de seguir, porque la angustia de lo que pudo haber sido genera una ansiedad en una parte de tus entrañas que no sabías ni que existía, haciendo de tu cuerpo el objeto más pesado del mundo que se ancla en el pasado y en el centro de la cama y no puede moverse en el espacio ni en el tiempo. Pero, ¿quién te lo iba a decir? ¿Quién iba a explicarte algo que no es real hasta que no lo sientes? ¿Cómo explicas lo que es sentir el vacío, la pesadez de lo que nunca ha existido?
Te dirán que te entienden, pero te lo dirán como quien se quita una costra Te dirán que te entienden, pero no que lo sienten Nadie hará por entrar en tus entrañas y sentir Aunque dejes tus entrañas abiertas, expuestas al aire seco Aprendí a dejarlas hacia dentro, porque nadie va a esforzarse Porque nadie tiene por qué hacerlo Te dirán que te entienden, pero no lo harán. Nadie ha estado en tus infiernos, más que tú No has estado en sus infiernos, tú tampoco. Al final es cuestión de cuánto estás dispuesto a entender De cuánto estás preparado a vivir sólo por creer De cuánto quieres escuchar y de cuánto acabarás por oír.