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Mostrando entradas de noviembre, 2019
El mundo es tan grande que me quedo pequeña.
Algunas cosas no se ven si no se sienten, sino tienen un impacto. Desde la ventana sólo sabemos si hace viento si hay algún árbol que pueda mover.
No encuentro la verdad.
Guardo los pequeños momentos bonito en un sitio de mi mente bien a salvo. Es como una caja fuerte que sólo se abre cuando lo pienso. Antes creía que era un espacio que debía ocupar con las grandes cosas que se esperan de la vida: un gran título, un gran momento, una gran nueva relación, un gran éxito profesional o personal, todo grandes proezas. No era un sitio que ocupar con las pequeñas cosas. Debía ser una vitrina de trofeos brillantes, de los que hablar con la boca llena. Y a veces, cuando estaba mal y quería animarme, o cuando estaba bien y quería recordar, miraba la caja con esos momentos. Y no sentía nada. Me daba más felicidad pensar en las pequeñas cosas que me ayudaron a alcanzar los éxitos, y entonces la descubrí. Detrás de los títulos, de los días marcados en el calendario, de esos momentos de los que la gente habla, esos momentos que la gente ve, estaba todo lo demás. Una caja grande de cartón llena de recuerdos: las veces que me escucharon hablar cuando tenía un p
He sentido temblar mi alma y muchos crujidos que no sé de dónde proceden. Hay rincones de mí que olvidé que existían porque estaban durmiendo en una nube de sueños. Ahora hay un llanto que los despierta.
Cada borrón son mil manchas que nunca podremos descifrar.
Ojalá nunca te quieran porque seas lo que les conviene.
Siempre me ha gustado el otoño porque el mundo cambia de color. Deja de estar siempre presente esa luz fulminante que hace que todo parezca claro pero que en realidad no te deja ver. Se apaga una luz ajena y el mundo muestra la suya propia. Una luz más tenue pero más pura, más llena de color. Aunque hace más frío el mundo se siente más cálido. Todo cambia. Y eso estoy haciendo yo.