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Mostrando entradas de septiembre, 2015
Mientras seguís escribiendo sobre el autoengaño de besos para desayunar yo opto por pensar las palabras y dejar que se escriban en el paso del tiempo, para que sean mecidas por las agujas del reloj y descansen sobre las horas.
Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.  Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.  De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.  Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.  Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.  Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.  P. Neruda.
La felicidad es una hoja en blanco. Dejar que la lluvia te moje puede ser el aliciente. Comenzar a escribir no es fácil, parar es aún peor. Arrastrando los pies no dejas huella. Baila con cadenas y haz tu propia música. Yo también sigo sin entender qué me llevó a hacerlo. La superficialidad es una capa fina pero no es frágil. El agua que cae de las nubes viene ácida. Palos de ciego con vendas en los ojos. Abren los ojos para mirarse el ombligo. Detienen el curso natural de las cosas para no saber como seguirlo. Todo pasa rápido y lento. Las nubes vienen, lo sueltan y se van. Y así somos nosotros. No sabemos cómo vivir y no estamos viviendo. Espejismos en salas sin espejos.
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Un pájaro de papel en el pecho dice que el tiempo de los besos no ha llegado; vivir, vivir, el sol cruje invisible, besos o pájaros, tarde o pronto o nunca. Para morir basta un ruidillo, el de otro corazón al callarse, o ese regazo ajeno que en la tierra es un navío dorado para los pelos rubios. Cabeza dolorida, sienes de oro, sol que va a ponerse; aquí en la sombra sueño con un río, juncos de verde sangre que ahora nace, sueño apoyado en ti calor o vida.
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Tiene los colores del atardecer en las mejillas y el color del cielo azul recién levantado en los ojos. Me hace sentir débil si me mira demasiado tiempo, como un cristal a punto de romperse con el viento. Entendería que me mirases si tus ojos fuesen color gris. Pero estoy cansada de entristecer los colores alegres.
Me aplasta la hermosura de los cuerpos perfectos, las sirenas que ululan en las noches de fiesta... Es difícil mantener el equilibrio en una cuerda floja, y es difícil mantenerse firme ante tu propia mirada de desaprobación. El mismo tema que resuena en tu cabeza noche tras noche, día tras día, que te pesa en las espaldas como mil kilos de acero y que nunca puedes soltar. Verlo desde fuera es siempre fácil. Todos creen que es ya parte de mi pasado esa falta de autoestima, ese sentimiento de inferioridad ante la esbeltez de la muchedumbre que me hace sentir mediocre. Esconder mi cuerpo y esconderme a mí. Ojalá fuese invisible. Pero no hay forma de que esto se resuelva porque siempre habrá un motivo por el que me diga "no eres suficiente".  Nunca tratéis de comparar vuestro cuerpo con otro, vuestros logros con los de otros, porque entonces parecerá que nada de lo que habéis hecho tiene algún sentido. Y además es un ciclo vicioso que se encierra en espiral y no acaba