Lo raro es vivir.

“Es que todo es muy raro, en cuanto te fijas un poco. Lo raro es vivir. Que estemos aquí sentados, que hablemos y se nos oiga, poner una frase detrás de otra sin mirar ningún libro, que no nos duela nada, que lo que bebemos entre por el camino que es y sepa cuándo tiene que torcer, que nos alimente el aire y a otros ya no, que según el antojo de las vísceras nos den ganas de hacer una cosa o la contraria y que de esas ganas dependa a lo mejor el destino, es mucho a la vez, tú, no se abarca, y lo más raro es que lo encontramos normal.”                                                    
                                                                                                                            - Carmen Martín Gaite.

¿Te has fijado? Las agujas del reloj se mueven, las nubes surcan los cielos del mundo entero, las olas vuelan por los océanos y golpean las orillas de arena suave, las hojas se caen y vuelven a salir, la gente viene y va y va y va, la gente escucha y habla y habla y habla. Cuántos universos paralelos encerrados entre cuatro paredes. La infinidad descubierta en una mota de polvo. Un susurro que eriza la piel, un grito que segrega adrenalina. Los coches, los bares, las luces de la ciudad. Los barcos, los aviones, los trenes. Todo. Todo se mueve. Todo oscila entre el aquí y el allí. ¿Realmente con un por qué? Tal vez no haya porques, y no debiéramos preguntarnos por qués. Pero es todo tan extraño, solo observa.
La vida de vueltas como un astronauta rendido a la ausencia. Y míseros nosotros intentamos ser capitanes del barco que dirige su rumbo, como si tuviésemos la fuerza. Mírate al espejo, ¿no ves que no tienes absolutamente ninguna importancia en las grandes actuaciones? Ninguno la tenemos. Solo somos marionetas controladas por los astros, aviones de papel mecidos por las corrientes a merced de la brisa. Y aún pretendemos controlar cada instante del porvenir, asegurarnos los pasos que daremos. No sabemos vivir sin un guión establecido, premeditado y estudiado con cautela. Cómo si fuésemos conscientes de lo que nos rodea, como si la razón y los sentidos no fuesen los mayores farsantes que ha dado este planeta. ¿Quién nos hemos creído que somos para hurgar en el los interiores de la Tierra, para exterminar especies o para apoderarnos de algo que no es nuestro? A veces olvidamos que solo somos polvo y ceniza.
La ausencia de dudas y la seguridad exacerbada sobre sí mismos y sus conocimientos que alguna gente posee me saca de mis casillas. ¿Cómo podemos estar seguros de algo que no entendemos? Solo creemos que sabemos, pero no sabemos una mierda. La filantropía que una vez pude sentir se desvaneció, dejando una ligera huella en mí, pero nada más. Se fue, y no va a volver. ¿Cómo puedo amar algo que mata por diversión, mutila por beneficio propio, humilla sin vacilar? Somos la vergüenza del universo. Miro al espejo y grito que me odio, os miro y grito que os odio. Os odio y me odio. Nos odio. A todos, sin ningún tipo de excepción. Ojalá el ser humano nunca hubiese sido creado. Ojalá aquel mono no hubiese tenido capacidad de razón. Nunca.
La razón, el saber, el conocimiento, los sentidos, la existencia, ¿son una bendición o un castigo? Es imposible saberlo.

Ojala pudiésemos dar un vuelco a todo esto. Ojalá torcer el rumbo de este viaje que perdió el sentido. Pero no estamos autorizados a ello. ¿Cómo íbamos a poder? Nosotros, que creemos conocerlo todo, que hablamos sin saber y afirmamos sin conocimiento. Y, encima, nos enorgullecemos.

En otra vida, quiero ser oruga.

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