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Mostrando entradas de abril, 2015
Qué poco os dura mentir bien. Será eso o que a base de hostias me curé de espanto y ya nada me cuela. O también puede ser ese brillo oscuro que rodea vuestros ojos cuando contradecís vuestra alma. Pero ya no me preocupa lo que a mí ya no me engaña.
Di un paso adelante por los dos y tú saliste a correr hacia atrás. Aún me pregunto si sigue teniendo sentido mi constancia y por eso hoy no te pregunto.
Cuando dudan de ti es que dudan de ellos. Y si tienes las manos frías solo de pensarlo es que te aterra. Pero, no te equivoques, aunque yo lo escriba fácil las cosas no son sencillas. Y si quieres llegar a la cima tienes que ir escalón a escalón, pero el mundo no es una escalera.

Oh, no.

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Voy a tener que huir de nuevo. Tengo que escapar de aquí si no quiero que tus voz suave atruene de nuevo mis oídos. Me paralizas y pierdo el control sobre mis nervios. Invertir demasiado tiempo y demasiadas ganas sin saber dónde deparará todo esto. Aunque los momentos malos sean solo instantes y los momentos buenos duren un siglo, los malos siempre serán más. Más intensos, más recurrentes, más agobiantes, más drásticos y más caóticos. E imposibles de olvidar. Aún hay pesadillas que mi mente no me cuenta. Me despiertan agitada en medio de la noche y hace como que nada ha pasado para que pueda seguir durmiendo, pero yo sé qué rostro tiene el monstruo que aparece en todas ellas. Y vuelve a aparecer al girar cada esquina. Me gustaría negar que lleva tu nombre, pero no puedo ignorar que susurra tus palabras. Cuando el miedo está en otra piel que no es la tuya pero tu piel no puede separarse de la otra, ¿a quién culpas del caos?
Y es que manda narices, no poder llorar por miedo a que pregunten el por qué. Y ni siquiera les importa, no les importas una mierda. Solo quieren saber que estás mal porque nada alimenta más su ego. Y a los que sí les importa, te hacen sentir culpable de tus propias lágrimas cuando ellos mismos son los que las causan. Hay lágrimas que ya nos siguen su curso ni pertenecen a ningún caudal, simplemente se desborda cuando no hay fuerza que las contenga. Ni nadie que las mire.
Y que si escribo menos es porque ahora me atrevo a pensar. He vivido tan reprimida y oprimida por mi propia mente que a veces no me dejaba a mí misma ni pensar con claridad, por eso en tantos momentos recurrí a escribir para desahogar mis fuerzas. Cuando escribo piensan mis manos, habla el subconsciente. De ahí mi ausencia. De ahí y de mi eterna e infinita pereza y falta de motivación.
Tal vez en un futuro (no demasiado lejano) los dramatismos corrientes se pinten la capa invisible y se hagan más llamativos. En este hipotético pero factible mundo futuro, tal vez los nombres sólo pertenezcan a los que puedan pagárselos y el resto quedemos reducidos a unos cuantos números sellados a fuego en la frente, de tal forma que los nombre más comunes a día de hoy serían los más caros y tal vez llamarse Fulgencio a penas cueste unos euros. No sé si es que deliro o realmente la propiedad privada se nos está yendo de las manos.
No creo que sea cuestión de soledad; es más bien intimar con alguien a quien no conoces del todo bien. Conocerse a uno mismo conlleva más tiempo que conocer a cualquier otro. Y de vez en cuando viene bien sentarse a olvidar el resto del mundo y hacer sencillamente lo que te da la gana. Es difícil escucharse porque siempre queremos callarnos.