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Mostrando entradas de junio, 2016
La soledad es la única que nunca te abandona. Me sorprendí de nuevo llorando largas horas enteras sin tener a quién contárselo. Las historias siempre se repiten. Cuando cada milímetro del cuerpo te duele como si te clavasen doscientas agujas, sabes que necesitas una vía de escape o acabarás explotando. Y resulta que en los momentos más difíciles siempre estallas, porque nadie te deja desinflarte poco a poco. El corazón puede romperse y regenerarse para volverse a romper en cuestión de segundos, basta un poco de inocencia. Lo bueno es que he aprendido a convivir sola con mi compañía y a veces hasta nos entendemos bien, me permito llorar porque me relaja y no me siento tan culpable. Tal vez estos sean los momentos más duros, difíciles y tensos de mi vida, y los vivo sola. Lo bueno es que siempre recordaré quién estuvo ahí, y seguiré conmigo.
Y hoy vuelvo aquí. Así, sin avisar, de imprevisto. De la misma forma que han vuelto a mí los dolores en la espalda, los nervios en la garganta, la ansiedad y las ganas de dejar de llorar. Cada vez entiendo menos el mundo. Dos cosas buenas entre ciento treinta mil tremendamente horribles. Cómo sentimos nuestras carencias y como todo carece de sentido. Espero al menos recuperar lo que yo misma fui y vivir en paz conmigo, es lo único a lo que puedo aspirar... Aunque viendo mi estado en estos instantes sé que me queda un largo camino por recorrer. No lograremos querernos y estar en paz si vivimos intentando alcanzar un propósito que nos han impuesto desde fuera. ¿En qué momento dejamos de ser personas para ser un número, una nota, un peso, una talla, un código de barras? La realidad supera a la ficción. Acumulo grandes cosas pero no sé sacarlas afuera, espero poder librarme de tanto peso para lograrlo.