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Mostrando entradas de julio, 2019
Sin fuerzas y con el corazón roto por motivos que jamás me atreveré a desvelar, hecha un nudo en un cojín, así me encontrarás siempre, a pesar de que quiero salir de muy adentro y olvidarme de tanto, y correr.
Alguna vez seré capaz de no deshacerme en lágrimas y suplicar que me resguarden para siempre.
Sin hacer daño, me retiro a mí. Y sin buscar de nada, siento una avalancha sobre mis hombros. Sólo me quiero liberar.
Si todo lo que tienes son neblinas, basta un soplo de aire frío para entrever lo que esconde, siempre más gris, siempre más lúgubre. Espinas afiladas escondidas entre sombras. Te dejas caer desde tan alto que te olvidas que el suelo está debajo, y siempre llega, en un golpe sordo que te deja temblando, hasta que sin saber cómo te levantas y vuelves a correr, lejos, huyendo de lo que no puedes huir.
Es una nube que se destruye con cañonazos de realidad. Un refugio al que vuelvo siempre con demasiada frecuencia.
No es cruel encontrar la paz en ti. A veces la quiero compartir, otras la necesito entera.
Cada día una nueva razón. Hoy, otro motivo más para entender que somos egoístas. La tristeza necesitamos compartirla, liberar ese peso. Hablar de ella la difumina, desaparece, huye atemorizada. La felicidad no, nos la guardamos para nosotros. Una persona que sólo cuenta su tristeza, es porque la felicidad la disfruta en silencio. No sé si debería cambiarlo, pero si lo estoy escribiendo, quizás es que sí. Pero la felicidad pesa tanto menos, que a veces se me olvida que la llevo encima.
Lo que más me gusta de ti es cómo flaquea mi coraza cuando te acercas. Algo tendrás, si para el resto soy todo muros. Es algo que nunca querré entender, el punto débil que me hace sentir que vuelo.
La paz es un nudo que siempre vuelve a enredarse, y tú lo desenredas con la delicadeza de quien desnuda una flor
Un enfado se deshace en el tiempo, una decepción no.
Lo más raro de conocerte es tener que ocultarte. Por miedo al daño, al rechazo. Miedos que nacen de daños tan pasados que ya ni sé si son verdad, un mal sueño o una confusión de esta telaraña de pensamientos, pero miedos que están. Y están como una barrera, como una cuerda que hay que saltar para llegar a un campo prohibido plagado de flores por el que correr, y gritar y reír. Pero por ahora me quedo detrás, riendo flojo sólo con quién me hace sentir que para ser libre no necesito temer, ni saltar, sólo me necesito a mí.
Algún día sabrás toda la verdad, pero mientras tanto déjame tenerla aquí guardada y bien cerca.
Quiero gritar y no puedo hablar.
He recorrido sentimientos a velocidades peligrosas, pero nunca ningún salto dolió más que ir de la rabia al amor y del amor al odio. Y de pronto, un frenazo en seco, al borde de un acantilado, dónde es tan fácil saltar al vacío que cuesta más no hacerlo. ¿Qué me frenó? Aún me debato entre si fue el amor lo que me unió a la tierra o la inocencia de creer que nunca nada está del todo perdido. Pero todo se desgasta, aunque se oculte tras una tela gruesa. El no saber ya no es suficiente.
Siempre he querido decir todo lo que pienso, y he esperado recibir lo mismo. ¿No será la vida así de fácil? Tropiezo con silencios que son agujas, con palabras que tienen doble filo, con sonrisas que son sólo una media verdad. Cuando estás delante lo siento claro, puro, limpio como un aire que ya no se encuentra. Cuando estoy lejos y cierro los ojos, vuelven a mi mente tantas cosas que no quiero creer ciertas. ¿No sería tan fácil decir lo que se siente? Todos tenemos siempre un sentimiento que nos inunda como un mar por dentro. A veces es más claro, otras está confuso. A veces está en calma y otras es una tormenta. ¿Qué hay de malo? Ahora que se han ido las nubes y el cielo está despejado, hay un sol que calienta sin abrasar y las olas me mecen sin hacerme daño, veo en el horizonte tantas cosas que otras tormentas no me dejaron ver. Y lo único que sé es que en este faro vivo yo sola pero la puerta siempre está abierta. También abierta a nuevas tormentas, por no perder lo bueno