He recorrido sentimientos a velocidades peligrosas, pero nunca ningún salto dolió más que ir de la rabia al amor y del amor al odio. Y de pronto, un frenazo en seco, al borde de un acantilado, dónde es tan fácil saltar al vacío que cuesta más no hacerlo. ¿Qué me frenó? Aún me debato entre si fue el amor lo que me unió a la tierra o la inocencia de creer que nunca nada está del todo perdido. Pero todo se desgasta, aunque se oculte tras una tela gruesa. El no saber ya no es suficiente.

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