Si todo lo que tienes son neblinas, basta un soplo de aire frío para entrever lo que esconde, siempre más gris, siempre más lúgubre. Espinas afiladas escondidas entre sombras. Te dejas caer desde tan alto que te olvidas que el suelo está debajo, y siempre llega, en un golpe sordo que te deja temblando, hasta que sin saber cómo te levantas y vuelves a correr, lejos, huyendo de lo que no puedes huir.

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