Lo más raro de conocerte es tener que ocultarte. Por miedo al daño, al rechazo. Miedos que nacen de daños tan pasados que ya ni sé si son verdad, un mal sueño o una confusión de esta telaraña de pensamientos, pero miedos que están. Y están como una barrera, como una cuerda que hay que saltar para llegar a un campo prohibido plagado de flores por el que correr, y gritar y reír. Pero por ahora me quedo detrás, riendo flojo sólo con quién me hace sentir que para ser libre no necesito temer, ni saltar, sólo me necesito a mí.

Comentarios

Entradas populares de este blog