Sintetizando mucho y demasiado, mis días al final se dividen en dos: los que acaban dejándome la sensación de ser completamente diferente a todos los demás y los que acaban haciéndome sentir que soy igual que el resto. Los primeros me dan la vanidad de creerme especial y los segundos me dan compañía incluso en soledad. El equilibrio se encuentra en los sitios más extraños.

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