Vivimos trabajando sin vivir los segundos del presente para vivir mejor los del futuro. 

¿Qué futuro?

Cuando el futuro llegue seguiremos trabajando y sin vivir, por inercia.

¿Qué tenemos que no sea presente? ¿Qué tanto hay que sacrificar?

A veces las opciones no nos dejan elección, como lo urgente no deja tiempo a lo importante.

Si no fuese por las pequeñas cosas que me mantienen con los pies en las nubes, ¿qué sería yo?

Otro pequeño punto más entre tantos que divaga, que rebota de una pared a la de enfrente como si supiese lo que hace.

De aquí para allá, siempre, sin parar un segundo a respirar, ni a sentir, ni a descansar de sentir tanto.

Perdón por querer irme siempre, por querer irme tanto, pero ya no sé cómo esconder que no quiero estar.

¿No te sientes insatisfecho todo el tiempo? ¿No sientes que todo es un sinsentido?

El ahora, el mañana, el pasado, el después. Para esto, para lo otro, porque hace falta. Todo tiene una causa, un motivo y un propósito.

Lo siento tan lejano a lo que soñé cuando planeaba estos segundos del ahora en el pasado.

Tengo tanto miedo de que se repita la historia en un bucle sin fin hasta que en este sitio al que vengo ponga un punto final.

Hoy por mañana, pero mañana no será como pensé ayer. 

¿Qué haremos cuando no nos queden mañanas que preparar?

Ojalá pudiese vivir estas mañanas con las ganas que tengo de vivir las que vendrán: sin preparativos, sin paras ni porques ni por qués. Sólo así. Como nunca. 


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