Algunos crecimos demasiado rápido y otros crecen demasiado lento. Y a veces las dos cosas.

Por dentro aún soy una niña: me dan miedo los truenos, todo me intriga, nunca aprendo algunas cosas y me encapricho con bastante asiduidad. Pero por otra parte, nunca fui una niña de verdad. Siempre supe que las palabras duelen, que las bromas pesadas sólo hacen risa al bando equivocado, que los sentimientos hay que analizarlos y sobre todo respetarlos y que las palabras pueden ser las balas más mortales porque nunca te matan del todo pero te dejan la herida.

Otros niños al crecen han ido perdiendo la dulzura, la bondad y sólo se han quedado con esa frialdad del que hace daño porque no sabe lo que es que te lo hagan a ti.

No todos estamos hechos para todos. Algunos no estamos hechos para nadie. ¿Cuáles son las salidas? ¿Nos adaptamos, nos aguantamos o nos marchamos para siempre?

Comentarios

Entradas populares de este blog