Somos seres completos, todos lo somos. Pero siempre podemos hacer hueco para un poco más, o deshacernos de lo que ya no usamos o no nos gusta y reemplazarlo por cosas nuevas, ideas nuevas, pensamientos nuevos. Esa es la ventaja de convivir con tu opuesto: yo te ofrezco lo que te falta, tú me ofreces lo que me falta, discusiones sobre lo que yo creo y lo que tú no, sobre lo que tú afirmas y yo dudo. Hasta que se llega al equilibrio estático y no hay más que ofrecer. Entonces, ¿pasamos de ser medias naranjas a almas gemelas? No lo creo. Lo más seguro es que alguno se canse y busque alguien más a quien sacarle provecho y crecer, como un animal que agota las reservas y deambula de nuevo por la selva en busca de un oasis. Quizás no pase, porque no creas necesitar nada más que esté fuera de tu zona de confort, y te quedes para siempre en tu huerto, comiendo de la misma fruta sin cansarte del sabor.

Pero cómo debe ser encontrar una aguja en un pajar, una entre siete mil millones. Alguien que sepa qué cosas tan raras te gustan porque también le gustan, que entienda tus desconciertos, tus contradichos, tus incoherencias, tu emoción por lo banal, qué poesía te gusta, qué letras te desbordan el alma, qué bicho te pica cuando no quieres hablar y te encierras en una burbuja impenetrable e imaginaria y todo todo ello sin haber vivido ni un segundo contigo antes. Que todo ocurra en un segundo, que sepáis instantáneamente que sois la misma persona en cuerpos ajenos, un alma dividida en dos que vive en materia diferente. No sé cómo será, pero me lo imagino: increíble durante tres segundos, aburrido el resto de la vida. Que te entiendan con mirarte no tiene precio, pero no tener que explicarte nunca tiene que ser demasiado aburrido.

Comentarios

Entradas populares de este blog