Quizás haya llegado el momento de dejar de intentarlo, de dejar de creer en la utopía de un mundo con amor. Quizás deba lanzarme a la corriente de un río que no se ve pero todo lo mueve y dejar de dejarme las uñas en este tronco ya partido.
No malinterpretes la terquedad de estas palabras, no estoy seca por dentro. Aún. Pero ya nadie tiene inquietudes como las mías y me he cansado de buscar en el fondo de un pozo en sequía.
Yo pensé que ya estaba conmigo y una vez así ya nada dolería más, pero yo cambio en un sentido, él en otro. Nada duele más que saber que habéis tomado caminos diferentes cuando ya os habéis alejado demasiado.
El fin tiende al infinito porque no quiere presenciar otro ruido de alma rota.
Ahora nos aguardamos en las excusas de los quehaceres cuando antes siempre tuvimos el alma tan viva como para remover cielo, tierra y mar por un segundo de calor. Ya no. Ya no porque creemos que no nos faltará nunca, y esa confianza nos ha jugado una trampa maestra y ya no estamos juntos pero seguimos creyendo que sí.
Hemos caído en el juego y ahora hablo por mí: no podré levantarme. Podré fingir que ando, que corro, que vuelo. Pero mi alma seguirá arrastrándose por siempre. Me he equivocado con fiereza y mi corazón ya no me pertenece, pertenece a algo que no existe. ¿A quién le reclamo? ¿A los libros por llenarme de ilusiones? ¿A ti por hacerme creer que eran ciertas? ¿A mí por creer que era libre de mis celdas?
Ya es demasiado tarde para la vida de dos, aún conservando la vaga idea de que pueda existir.
Estoy perdida, me dejaré llevar hasta que haya descansado lo suficiente para creer que puedo aguantar agarrada a un árbol que pincha.

Comentarios

Entradas populares de este blog