Ya no nos estremecemos al escuchar las sirenas de una ambulancia. Nos quedamos ajenos, sin cambiar nada de lo que estamos haciendo en ese instante, como si fuésemos sordos sólo ante lo que no queremos oír. Nadie se pregunta quién irá en su interior, qué estarán pensando, qué habrá ocurrido, qué estarán sintiendo. Si lo hiciésemos, nadie estaría tan solo, aunque sin saberlo estaría acompañado por todo aquel que se pone en su piel y le da la fuerza que le falta. Igual nos pasa con todo. Hemos perdido la empatía. 
Cada día a cada hora escuchamos casos de asesinatos, atentados, muertes, catástrofes, dolor. Y seguimos con nuestras vidas porque tenemos cosas más importantes y menos dolorosas que hacer.
Un ejército de frialdad hasta que las llamas los prenden a ellos.

Comentarios

Entradas populares de este blog