Revólver

Soy tantas cosas que ya no sé quién soy, me veo a mí misma reflejada en un cristal turbio después de una lluvia de barro día tras día. Me oculto tras las mantas, tras las cortinas, tras la que va delante de mí, esa a la que muchos conocéis y confundís conmigo, pero no soy yo.
Ella es más que yo en mucho y menos que yo en otro tanto. Más que yo en lo que no me da miedo ocultar, menos que yo en lo que me hace sentir insegura.
Me observo desde mi propia sombra con miedo de ser descubierta y descubrirme a mí misma observando y como resultado de la paradoja terminar de desenmarañar mis propósitos ocultos, mis formas extrañas, mis pensamientos inquietos agazapados en esquinas impenetrables de mi mente.
Cada paso que doy me hace darme cuenta de que estoy cada vez más lejos, aunque la perspectiva me diga que voy hacia delante. No sé cuál es el punto de referencia. ¿Es el ayer? ¿Es el hoy? ¿Es el mañana?
Escribir es como mirar ese cristal turbio. Las palabras fluyen de mis manos antes incluso de saber que las estoy escribiendo. Recobro mis dotes de bruja o de loca o de ambas.
Ya no escribo porque ando siempre pensando, que es casi casi lo mismo, pero lo hago porque al escribir una parte de mí vuela lejos y se expone a las miradas de curiosos. No quiero que se me conozca. Sin embargo, creo que yo también soy uno de esos curiosos que no pueden apartar la mirada de palabras que no entienden, y así me entiendo un poco más.
Es una sensación irreal pero a veces me miro desde fuera, cuando me siento rara y no sé qué me pasa. Mi alma sale de este cuerpo que la hospeda y se queda mirando, fijamente, y me puedo mirar durante horas como quien mira el mar, extraño, ajeno. A veces hasta me parezco inerte, como si mi cuerpo no fuese de este mundo y mi alma que lo observa no correspondiese a ningún mundo jamás creado.
A veces no quiero asustar, a veces quiero hacerlo para sentirme alejada de todo lo que parece real pero en cierta instancia no lo es. Las mentes son difíciles y la mía no se calla, pero no sé qué idioma habla (parece uno diferente cada día).
Somos lo que perecemos.

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