Ojalá nunca se hubiese inventado la telefonía, los sistemas operativos, las redes sociales, la frialdad de un mensaje escrito con la insensatez, la maldad de ocultarse tras una pantalla para hacer daño.
Ojalá no existiese el tráfico, los semáforos, los pasos de cebra, los edificios de quince plantas, los ascensores exteriores, los aviones a diez mil por hora, los viajes al espacio exterior para conocer la frialdad del universo. ¿No hace ya bastante frío aquí abajo?
La irracionalidad del único ser racional sobre la faz del planeta Tierra no le deja pensar con claridad, le nubla la mente y el nubla los cielos con sus automóviles y sus bombas, atenta contra la vida de sus iguales e incluso se revienta los órganos por puro fanatismo.
El amor al prójimo imaginario ha superado al prójimo de la casa de enfrente. ¿Por qué? ¿A quién hay que culpar? Inventamos para huir, nos creemos la mentira y el mundo entero es un hospital psiquiátrico.
Vivimos basándonos en lo irreal, en los cimientos de un mundo construido en el aire. Las raíces quedaron muy lejos y es difícil escarbar en la superficie.
¿Quién se preocupa de verdad por el amor? También de él hemos hecho algo frío, inercial, vano. Cuánto cuesta salvar las migajas de lo que de verdad importa, como cansa luchar para tirarse al vacío de la nada y encontrar algo más lleno que este caos.

Comentarios

Entradas populares de este blog