Me aplasta la hermosura de los cuerpos perfectos,
las sirenas que ululan en las noches de fiesta...
Es difícil mantener el equilibrio en una cuerda floja, y es difícil mantenerse firme ante tu propia mirada de desaprobación.
El mismo tema que resuena en tu cabeza noche tras noche, día tras día, que te pesa en las espaldas como mil kilos de acero y que nunca puedes soltar.
Verlo desde fuera es siempre fácil. Todos creen que es ya parte de mi pasado esa falta de autoestima, ese sentimiento de inferioridad ante la esbeltez de la muchedumbre que me hace sentir mediocre.
Esconder mi cuerpo y esconderme a mí. Ojalá fuese invisible.
Pero no hay forma de que esto se resuelva porque siempre habrá un motivo por el que me diga "no eres suficiente". 
Nunca tratéis de comparar vuestro cuerpo con otro, vuestros logros con los de otros, porque entonces parecerá que nada de lo que habéis hecho tiene algún sentido. Y además es un ciclo vicioso que se encierra en espiral y no acaba nunca. Giras y giras hasta morderle la cola a tu ego dolorido.
Cuando no te quieres no hay ayuda de fuera que sirva. Es un conflicto no resuelto entre yo y yo. Y me engaño con que algún día seré capaz de sentirme bien con lo que soy y el sentimiento de inutilidad desvanecerá. Pero sé que es autocompasión, inercia y un "no puedo más".
Si abro tanto una parte tan partida de mí, es porque no me importa que se siga rompiendo.

Comentarios

Entradas populares de este blog