¿Qué habrá más allá de su ombligo?


Qué manía con querer sentirnos el centro de un universo infinito.
Apenas somos nada, apenas un suspiro, apenas un soplo, apenas un segundo.
De cada historia hacemos un mundo y existen tantos mundos en el mundo que no sé cómo podemos decir que vivimos en un pañuelo. (Vuelta a las paradojas 2.0.)
Es tan curioso cómo alguien puede hacernos sentirnos especiales, lo más importante en todo el mundo. Una sola sonrisa fijada en nuestros ojos puede hacernos volar sobre los astros. Y nada más importa. Te olvidas de lo perecedero que es el mundo y le robas el protagonismo al tiempo un segundo.
Ni con todo el tiempo del universo podríamos recorrerlo entero, pero yo me aventuraría al viaje de quince mil quinientos pasos. Depende de la mano que me acompañe.
Está claro que un poco más allá de su ombligo existe más mundo y otras imperfecciones, pero a ratos no me alcanza la vista.
No sé si quiero ponerme gafas para ver más allá.
Es todo tan inmenso que sólo queremos acotarlo, y a veces limitamos demasiado las grandezas que el mundo podría depararnos. El ser humano es así de conformista y qué triste es el mundo cuando cerramos los ojos. Pero qué a gusto se está durmiendo en un regazo calentito.
Tal vez todo nos parezca inmenso porque somos diminutos. Tal vez a veces nos sintamos inmensos porque todo se nos queda pequeño y podemos volar.
Las perspectivas cambian tanto tan constantemente, ¿quién puede decirnos que sí y qué no?
En cualquier caso, con ombligos y sin gafas, está claro que tenemos que bajarnos el ego y querernos más fuerte. Querer, querer. ¿Por qué será que lo repito tanto?

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