Morirse de frío.

"Para algunos, la vida es galopar un camino empedrado de horas, minutos y segundo. Yo, más humilde soy, y sólo quiero que la ola que surge del último suspiro de un segundo me transporte mecido hasta el siguiente,"

El arte es esa porción subjetiva de espacio-tiempo tan inalcanzable, pero a la vez al alcance de todos; siempre está ahí pero sólo unos pocos pueden llegar al fondo de su pozo. Para algunos el arte es un Picasso, un Sorolla, un libro centenario o el concierto de Brandenburgo de Bach. Para otros el arte está en lavarse los dientes por la mañana delante del espejo, ir cantando a clase o a trabajar, sentirse bien sin ningún motivo y dejar que el tiempo pase. Para unos pocos el arte es hacerlo distinto y no dejar de renacer cada vez que el sol sale por la mañana. Y en definitiva, eso es el arte, entender el mundo a tu manera, ver la belleza en las cosas más ínfimas e imperceptibles y amar lo que nos dé la gana. Amar es un arte. Ver la belleza en las cosas que amas es la máxima expresión de arte. Ver la belleza en las cosas pequeñas que amas y hacer de tu vida en arte es vivir para siempre. Quien hace arte, no muere nunca.

Pero hay algo triste en todo esto. A pesar de que seamos muchos los que sabemos apreciar el arte donde tal vez sólo hay vacío, que amemos el arte de ser invisibles y no dejar de ver belleza en los escombros, aún hay demasiada gente para la que el arte es simplemente morirse de frío. Esos son los que mueren primero y los que traen a este mundo de cabeza.

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