Esta tampoco es mi trinchera.



Aleksandra Kolontái, Mary Wollstonecraft, Simone de Beauvoir, Betty Friedan, Beatriz
Preciado, Nuria Varela, Dolores Ibárruri, Rosa Parks, Flora Tristán, Rosa Luxemburgo,
Clara Zetkin, Virginia Woolf y otros tantos nombres de heroicas damiselas que se dejaron las uñas en luchar contra patrones androcentristas. Ellas sí me representan y es a ellas a quien quiero a mi lado en la lucha.


En vista a los sucesos que repercuten diariamente en la contienda por la igualdad entre razas, entre clases, entre géneros y especialmente a este último caso, me veo obligada a expresar mi disenso y mi impotencia de ver cómo el trabajo de las citadas mujeres se ve ninguneado por la actitud cisheteropatriarcal de algunos grupos que creen llevar el control absoluto sin más disyuntiva. 

La opresión machista es uno de los problemas más latentes en todas las luchas revolucionarias vigentes a día de hoy. Sin especificar, puedo afirmar, corroborar, ratificar y asegurar que el machismo no deja que los géneros oprimides sean partícipes directos de la lucha por la base de un mundo mejor. Siendo este hecho coetáneo a los rápidos cambios sociales, el resultado no es otro que una nefasta situación para dichos géneros.

En palabra de Salvador Allende, "ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica". La formación de las juventudes (en las que me incluyo) es cada vez un hecho más esperanzador para el futuro social, pero el inconveniente en estos actos es que todos estos jóvenes son hijos de una sociedad que aún vive anclada en los prejuicios de un sistema milenario que siempre ha difamado la figura del segundo sexo como un ser inferior, un ser incapaz. Estos jóvenes formados y (en el mejor de los casos) organizados, no hacen sino uso de estas costumbres, tal vez por propia inercia y de forma subconsciente, pero lo hacen. Esta práctica es un hecho hodierno, y como tal merece su crítica. 

Un claro ejemplo de estos es la insuficiencia de mujeres en colectivos de carácter comunista, socialista, anarquista o cualquier otro tipo de organización pro-lucha de clases. No hablo de una nulidad absoluta de mujeres, sino más bien de la situación de opresión en la que viven estas dentro de los colectivos que, en muchos casos, las llevan a dejar de tomar parte en muchas de las acciones de dichos colectivos. Acusaciones de "falta de formación" que posicionan a la mujer en un lugar ínfimo a nivel social e, incluso, intrapersonal son los casos más habituales en estos grupos, de los que estoy cansada de escuchar cada vez más y más historias y cada vez menos y menos contraataques. Utilizar a la mujer como un objeto, como un mero cuerpo de buen aspecto para atraer a las masas es otro de los más rastreros usos del machismo en formaciones, supuestamente igualitarias en todos los sentidos. Podría hacer una extensa relación sobre todos estos casos, tanto en espacios de tinta roja como en cualquier otro, porque estas prácticas opresoras están ahí, queramos verlas o no, aunque algunos pretendan tildarlas de "micromachismos" no son más que argumentos a mi favor y que no merecen que se le quite importancia.


Esto no es ningún intento de convencer, ni ningún tipo de argumento radical. Simplemente una necesidad de desahogo aunque sea a rasgos superficiales, porque llega un momento en el que la tensión acumulada supera tus límites.
Pero no puedes dejar que nadie se percate de ellos.
Porque hay que dejar claro que ser mujer no significa ser débil.


¿Y tú, podrías llevar nuestro estilo de vida?

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