Si pudiera gritar.

Siempre he sido así. Durante más de setenta y dos horas pensando, dándole vueltas a lo mismo para tomar la mejor decisión y no equivocarme. Tras haberlo meditado y estar plenamente segura sobre lo que quiero hacer, por qué quiero hacerlo, cómo quiero hacerlo y haber cuestionado sobre todas las posibles consecuencias me invade la euforia y me siento terriblemente bien, como si todo fuese a dar un giro de trescientos sesenta grados y las cosas fuesen a mejorar irreparablemente. Pero cuando llega el momento de la verdad el perro negro me muerde y doy un paso atrás, huyendo de mi propia felicidad, dejando de lado todo aquello que me haría feliz, asustada, frágil, inerte. Y me siento muerta. Siento que estoy desperdiciando lo mejor de mi vida y que no puedo hacer nada por repararlo. Hay tanto que debería haber hecho, tanto que podría haber hecho que mi vida ahora fuese fantástica. Y entonces pienso en construir una máquina del tiempo y dar marcha atrás y hacer bien todo lo que no hice en su día, pero entonces reparo en el verdadero corazón del problema: mil oportunidades en mis manos serán siempre mil fracasos. Rompo todo lo que toco y no hay ley física que pueda evitarlo. No me culpes por ser así, intenta entenderme, intenta comprenderme... ¿No es más divertido con una barrera que superar? Que no me atreva a mirarte no significa que no lo sienta. Créeme.

Comentarios

Entradas populares de este blog