Pero no es canjeable.

No comprendo cómo la gente puede caminar por la calle con la serenidad de que todo está bajo control.
Cada día surge una idea nueva desde aquí dentro y poco a poco va afianzándose más. Hoy no es una excepción.
El tiempo. Hablemos del tiempo. Pero no hablemos del tiempo atmosférico como haces cuando te cruzas desafortunadamente con tu vecino de abajo en el ascensor, no. Hablemos del tiempo, de cómo transcurre, de cómo nos asfixia, de cómo vuela de nuestros dedos y no podemos hacer nada por detenerlo. El tiempo es la única experiencia fiable que tenemos sobre la existencia de las cosas que nos rodean. Si aceleramos la imagen de un coche en movimiento acaba por desaparecer, por tanto la vista nos es inservible. Los sentidos nos engañan, el tiempo es nuestro sustento para sentirnos reales. Pero a la misma vez que el tiempo nos hace sentirnos eternos nos va matando.
¿Quién no ha sentido alguna vez que le faltaban horas en el día para hacer todo aquello que quería hacer? Hoy mismo me he levantado con unas ganas infinitas de bailar, reír, leer, estudiar, salir a fuera, cantar, escribir, llorar, hacer garabatos en un papel, hablar con alguien con quien no he hablado en años, sonreír a alguien que no conozco, atreverme, pensar, atreverme a pensar, hacer el imbécil delante del espejo, correr, sentir, mirar, ver, escuchar,dormir, oír, abrazar,... y  al final me he dejado un par sin hacer y ahora me siento vacía.
También he sentido cómo el tiempo se desvanecía entre mis dedos y yo no le había dado todo el uso que podría. El tiempo es la moneda más valiosa, y no merece la pena gastarla en asuntos inservibles pero tampoco podemos guardarla para siempre. El tiempo no es como el dinero, aunque pueda compararse con él. Ahora mismo puedo comprar una hucha e ir acumulando dinero para cuando me haga falta en un futuro para algo que realmente necesite, no podemos hacer lo mismo con el tiempo. El tiempo se esfuma si no lo usas, si lo usas o si lo desperdicias. Nunca se queda. Siempre se va. Desaparece. Como por arte de magia. Un segundo está y de repente ya no, pero sabemos que estuvo ahí porque ha dejado huella de alguna manera. Y no podemos controlar que pase, que corra, que se ría, que nos asfixie, que se vaya, que deje huella, que nos cambie, que mueva el aire, que derribe las hojas de los árboles, que crezca mi pelo y que tú sigas sin aparecer.
El tiempo. ¿A quién le importa? Sí, todo pasa y todo cambia. Pero, si no podemos controlarlo... ¿No? Efectivamente, ése es el motivo por el cual el tiempo tiene tanta trascendencia, porque es lo único que se nos escapa.
Ojalá hubiese podido detener aquellos segundos en los que tenía tu pelo entre mis dedos. Ahora todo ha quedado tan atrás que casi no puedo verlo, pero aún puedo sentirlo y esa es la mayor confianza que me queda sobre lo que existió.

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