¡Guerra!

Es ese justo momento en el que me encantaría que lo entendieses y no sé cómo explicártelo. Intenta poner atención...
No es que esté vacía y no tenga sentimientos, es que mis sentimientos están asustados, enjaulados en la cárcel del miedo y con un esparadrapo en la boca. Me encantaría demostrarte todo lo que puede generar una sonrisa, una mirada de reojo. Pero es que no sé cómo hacerlo. No sé cómo salir de aquí, de este paradero asfixiante donde todo lo que quiero hacer o decir me da miedo y me hace querer desaparecer. No, no me lo preguntes, no sé a qué tengo miedo exactamente. Sí, lo sé, no debería de temer a nada, porque de todas formas, ¿qué más da? No debe preocuparme lo que piense la gente, ni lo que pienses tú, ni lo que piense yo. Conozco el discurso. Pero la teoría suele fallar al aplicarla, y la práctica está siendo un absoluto desastre...
Júzgame si quieres, no puedo controlar lo que gire en tu cabeza sobre mí. Nunca pienses que el problema es que no me preocupo por ti, porque me duele que lo hagas. El verdadero problema es que me preocupo demasiado por ti y por todo el mundo antes que por mí misma, pero eso no sabe verlo nadie. Cerráis los ojos y empezáis a hablar. Y a mí me encantaría cerrar los ojos y dejarme llevar, pero no sé hacerlo... ¿Quién sería capaz de enseñarme?
Mi cabeza y mi corazón no se hablan y no acceden a hacer las paces. Me están volviendo loca, se pasan el día gritando dentro de mí. Mi corazón me dice que me acerque y mi cabeza que me empiece a correr cuanto antes. Mi corazón dice que sí y mi cabeza que no, y luego es al revés. ¿A quién debo hacer caso? Todo sería más fácil si tú no tuvieses el mismo problema, ¿verdad? Es lo que ocurre cuando dos almas gemelas tropiezan: empieza la batalla. Y yo creí que ni siquiera tenía alma...

Comentarios

Entradas populares de este blog