A unos labios.

Hoy no quiero frecuentar la profundidad de mis demonios. Hoy no vengo a compartir el desaliento de mis ojos. Hoy vengo un poco más abajo de la mirada, hoy quiero hablaros de los labios. Ver la belleza en lo simple es el primer paso para ser feliz.

Donde nacen grito y susurro, donde salen los mordiscos que erizan la piel y los besos que calman el alma. El rojo y el rosa se funden en dos curvas figuras gruesas que incitan a perderse. Desvelan secretos, pero saben mentir muy bien; menos cuando se juntan con otros iguales a ellos. Es imposible mentir al besar, da igual que los labios sean más finos o más gruesos, más rojos que rosas o más dulces que agrietados. No existe lo horrible entre las comisuras, los labios saben hacerlo todo más hermoso, como con magia. La paz y la guerra conviven entre las grietas. Las lágrimas saladas se funden con las sonrisas más sincera. ¿El centro de una persona es el ombligo? No, el centro de una persona son los labios. Los he visto de tantas formas, en tantos pretextos... y, cada vez más, me fascinan. ¿No os encanta soñar con esas curvas, con esa melodía de sabores?

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