Sinsentido.

Me he dejado la vida, el alma, la voz y la piel en causas perdidas que han causado pérdidas. Y en una de esas perdí las ganas, me despedí de ellas para siempre, me di la vuelta y eché a correr. Solo volvería a sentir algo parecido a la esperanza si alguien me diese una parte de sus ganas, pero a nadie le sobra.

¿Y ahora quién vendrá a decirme que aún no ha muerto el hombre que dibuja los arcoiris en el cielo cuando llueve? ¿Quién me va a decir que no está todo perdido? Nadie puede entenderme en este punto. ¿Alguna vez has sentido que los días pasan y no hay un por qué? No sé por qué corre el tiempo. No sé qué estoy esperando.

Otras veces ese vacío se llena con el eco de su voz. Siempre me rompe los esquemas. Sus dudas hacen brotar lágrimas de mis cuencas y yo creí que ya no me quedaba ni una. ¿Cómo es posible que me deje en las manos de alguien que me ha cambiado el vacío por dolor? Será que sentir, aunque sea sentir dolor, me compensa más que no sentir nada. Y sentirte cerca ya es un lujo del que no quiero prescindir.

Ojalá llegue el día en el que llenes mis palabras de rebeldía y lujuria, que seas el motivo por el que me levante riendo y no el motivo porque el que me duerma llorando. Déjame recitarte al oído poemas de Neruda, leerte en voz bajita lo que un día escribí y no pensé compartir con nadie. Dame un beso largo bajo la lluvia, la luz de la Luna, el sol de la tarde, en el amanecer, al atardecer, en una playa ardiente, en un iceberg y en Marte. No dejes que me vaya, átame a ti. No dejes que me equivoque, haz que me coma mi orgullo a pedacitos. No dejes de decirme que me quieres, y yo no dejaré de hacerlo.

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