Oda a ti.

Hay veces en las que merece la pena dejar el orgullo junto con ese libro de hojas rotas, la guitarra sin cuerdas y el jersey que ya no te pones; abandonados en una esquina de cualquier parte donde no moleste. Hay veces en las que merece la pena y personas por las que merece la pena. Porque la mayoría de los momentos van determinados por un alguien situado en ese espacio-tiempo. Y por eso se definen los momentos, por la gente que está en ellos. 
Y hoy estoy yo aquí, pero no soy yo lo importante. Lo importante es que estás tú. Pero más importante es que no sé cuánto va a durar este momento. Por eso me aferro a cada instante, arrastrándote a ti y jurando un motivo por el que te quedes. Porque no soporto la idea de quedarme sentada, y ver cómo te alejas sin mover un dedo. No soy yo esa clase de persona inmóvil ante las adversidades. Yo necesito saber que me dejé la vida para no sentirme aún más vacía el día que te vayas. 
¿Sabes por cuántas personas me tragué yo el orgullo, a parte de ti? Ninguna. ¿Sabes que hasta a mi madre sufre por rasgarme un ‘te quiero’ de las cuerdas vocales, mientras que a ti te los regalo en cada suspiro? ¿Sabes que me duele como una estaca directa en el pecho que no valores la infinidad de cosas que estoy haciendo por mantenerte conmigo? ¿Sabes cuántos días ya me he levantado con los ojos hinchados, la garganta seca, la cabeza somnolienta, los nudillos rojos y el alma rota? Cada vez que intento gritarte la respuesta a estas preguntas tú te apartas de mí. Pero como sé que las palabras no son tu fuerte, intento hablarte con hechos, pero creo que aún no entiendes mi lenguaje.
Hay cosas que aún no sé de ti, ni tú sabes de mí. Hay mucho que nos queda por aprender, por pasar, por vivir. Me estoy dejando el alma en conseguir que sientas que todo esto tiene un sentido. Ya no sé ni dónde queda mi orgullo, pero no tengo tiempo de ponerme a buscarlo. Tampoco lo necesito. Ahora tú ocupas su lugar.
Quédate tranquilo, que yo tengo ganas suficientes como para luchar por esto por los dos. Pero, por favor, no me digas que no lo intento, que no me muero, que no te doy un pedazo de mi vida en cada susurro. Por favor, valora lo que estoy haciendo por ti. Ni siquiera te estoy pidiendo que hagas lo mismo, solo eso, que lo valores. Que me valores. Que no lo eches por tierra. Que no me hundas bajo ella. Que me demuestres los “te quiero”.

Comentarios

Entradas populares de este blog