El arte de hablar con los ojos.

Parte IV.

Nina decidió confiar en él, y se sinceró. Abrió su corazón a la persona que en menos tiempo más le había demostrado.

- Imagínate. Una niña gordita, con gafas y aparato bucal, siempre de buenas notas, con una pasión por la música clásica y los libros de gente adulta. Prefería quedarme ordenando los libros y juguetes en clase a salir fuera a jugar. Los demás niños siempre me trataron como si no fuera de este mundo, y yo terminé por creerme que era un extraterrestre. Me hicieron creer que ser diferente era algo malo, como si ser como ellos fuese algo bueno. De niña me salvó mi inocencia. Nunca me afectaron las palabras ajenas, siempre fui yo. Me gustaría volver a aquellos años, antes de que empezara a sentir que solo era un estorbo.

Santiago la escuchaba y la miraba atentamente. Comprendía cada una de sus palabras. Conforme ella iba hablando, más se sorprendía por como podía esconder tanto. A cada palabra, a cada suspiro, más enamorado estaba de ella. Más seguro estaba de que, si las almas gemelas existían, Nina era la suya.

- Nada fue fácil cuando empecé a escuchar lo que la gente me decía. Mis padres me llevaron a psicólogos, me hicieron hablar con la orientadora del colegio en el que a duras penas sobrevivía. No entendieron que el problema no era yo. Siempre me preguntaban, pero nunca escucharon mis respuestas. El tiempo pasaba y los insultos crecían, y claro, mi autoestima bajaba. Ojalá nunca hubiese hecho caso a todo aquello... Pero las cosas pasan como pasan, y hoy soy lo que soy por lo que me pasó entonces. Yo siempre estaba sola, recibía balonazos, insultos y notitas con apodos ofensivos. Era un estorbo para la gente. Una desilusión para mis padres. Creo que ya te imaginas cómo me fue al entrar en el instituto. ¿Por qué todo el mundo encajaba y a mí me tocó ser la rara, la inútil? ¿Por qué todas eran tan altas y tan delgadas, tan guapas y tan delicadas? ¿Por qué ellas sabían hablar con los chicos y yo no? ¿Por qué todo el mundo estaba en contra de mí? Entonces entendí que yo era el problema. Solo quise quitarme del medio. Tras mi primer intento de suicidio, me di cuenta de que no era tan fácil... Una etapa de positividad me sacudió. Me cambiaron de instituto e hice un par de amigos. Me di una nueva oportunidad a mí misma. Pero la inseguridad seguía ahí... Quise adelgazar porque siempre me vendieron la idea de que las personas delgadas son más felices. ¿No te dan ganas de cortarlos en pedazos y después usarlos como alimento para tiburones? Empecé a adelgazar y me sentí bien conmigo. Bueno, bien no, pero sí algo mejor. ¡Incluso tuve novio! Él ni siquiera me gustaba pero me sentía afortunada. Adelgacé, adelgacé... Él me dejó. Adelgacé más. Era una obsesión. Lloraba cada noche por levantar más delgada y volverme a sentir querida por alguien. Pero no, no hubo nadie más. La gente miraba con asco cómo se marcaban mis huesos. Segundo intento de suicidio, volví a fallar. No servía ni para eso. Y así he estado hasta ahora, en un vaivén de desastres. Ya no me dejan adelgazar y tengo que ir a revisión cada mes. Creen que comer es la cura para una enfermedad de la mente... Pero desde que estás aquí, he empezado a ver la vida de otra manera, ¿sabes? Mi psiquiatra cree que podrían darme el alta definitiva si sigo así. ¿He hecho bien en contártelo?

Nina creía que el mundo se le venía abajo. Santiago se quedó callado e inmóvil. Parecía asustado. Nina pensó que todo se había acabado, que acababa de echar por tierra la única buena oportunidad de ser feliz que se le había planteado en su vida. Se sintió como un barco sin timón.

- Ojalá hubiera podido rescatarte a tiempo. ¿Por qué la vida siempre es injusta con las mejores personas? Espero que te hayas dado cuenta de que ser diferente al resto no es ningún problema. - dijo Santiago cuando volvió a la realidad.
- No es sano estar adaptado a una sociedad enferma. Ahora lo sé.

Ahora Nina se sentía estúpida por su inseguridad anterior. Quería desprenderse de todo su pasado y aferrarse a su presente y su futuro; a él. Entonces recordó que él también tenía algo que decirle.

- ¿Qué me querías contar tú?
- Si cambiamos algunas cosas, todas tus palabras valen para lo que yo quería decirte.
- ¿No te asusta lo mucho que tenemos en común?
- Solo maldigo al destino por no haberte encontrado antes.
- ¿Ahora crees en el destino?
- He cambiado muchas cosas desde que te tengo, ojos negros.

Comentarios

  1. En realidad me encantó, escribes muy bien. Continúa la historia por favor.

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  2. Increíble, creo que se puede llamar arte a tu manera de juntar palabras. Sigue así cariño.

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  3. Me encanta como escribes, ojala y dentro de poco publiques la quinta parte. Un beso!

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    1. No encuentro manera de seguir, además fue hace tanto tiempo que no creo que la continúe... Pero gracias ♥

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