Revoluciónate.

Eh, ¿me escuchas? Mírate al espejo y dime, ¿no es irresistiblemente fácil adorarte? Mira tus ojos. Fíjate bien. Solo tú sabes lo que esconden, ¿eh? Resérvate ese lujo para ti. Tú. Todo lo que tendrás siempre. Fíjate en tu sonrisa. (Sonríe primero, y segundo, y tercero, y siempre.) ¿Acaso no es como un rayo de sol entre nubes? Vuelve loco a cualquier cuerdo. Como me gusta esa sensación. Mírate otra vez. Fíjate bien. En cada centímetro de tu cuerpo. Ámate. Sí, ámate a ti mismo. Que no. No es egoísmo; es amor propio. (Que me atrevo a decir que falta mucho.) ¿Recuerdas cuantas veces odiaste lo que veías en ese espejo? Sí. Lo sé. Yo también he sentido asco de mi propio reflejo. Menuda estupidez. Tú, como hoy hice yo, tienes que entender que la revolución empieza en tu cuerpo, en tu alma, en ti. Eres capaz de todo. Y de nada. Pero también de todo. Y tienes que amarte para conseguir todo lo que te propongas. ¿Por qué no ibas a hacerlo? Dime. ¿Por qué? QUIÉRETE. Para que el resto pueda quererte, para dar el máximo potencial de ti mismo. Porque tú eres lo único que tendrás siempre. Y tienes en tu mano la capacidad de cambiar el mundo; HAZLO.

Comentarios

Entradas populares de este blog