Divagando con egocentrismo.

Casi un año y medio después de que todo empezara. Me miro al espejo y sonrío con lágrimas en los ojos. ¿Qué ha pasado? No lo sé. Menuda pesadilla. Pero desperté, por fin. Estoy aquí de nuevo, con más ganas de dar guerra que nunca. Yo conozco todo lo que he sentido y lo recuerdo, con un nudo la garganta. Supongo que tocará aprender de ahí. Mi autoestima no creo que vuelva, pero puedo sustituirla por un poquito de amor propio. Sinceridad conmigo misma. No más mentiras. Soy feliz. Todo está bien. Bien. Tengo ganas de hacer tantas cosas que las lágrimas me han quitado. Y no sé cómo se podrán interpretar mis palabras, pero estoy orgullosa de mí. Con orgullo puedo decir que he aprendido a vivir, y dejar de sobrevivir. Me da igual lo que diga la gente, hoy soy yo misma. Saboreo con gusto el placer de sentir que se valora lo que soy, por lo que soy. Me veo capaz de seguir adelante y hacer todo lo que me proponga. No sé cómo, pero ha llegado. Ha llegado el día en el que me he cansado de ser solo un desperdicio de oxígeno en un lugar espacio-tiempo. Quiero aprovechar cada segundo como si fuera el último, mejorar poco a poco y llegar a ser la máxima expresión de mí misma. Cambiar el mundo. Cambiar mi mundo. Dejar entrar a gente en mi vida y no dudar en darles la patada si se me antoja. Esta vez sí, esta vez soy yo. Y puedo decir que me conozco, que sé quién soy, que sé qué quiero, cuándo lo quiero y por qué lo quiero, que sé cómo luchar y tengo ganas de hacerlo, que ahora le sonrío al mundo y éste me lo devuelve. Pero estas son cosas que no compartiré. Que reservaré para mí y para quien considere necesario en cada momento. Porque yo decido. Y hoy empieza mi revolución, con más fuerza que nunca. 
(Ahora, si sueles leerme, compara mis palabras con las de hace unos meses. Gracias.)

Comentarios

Entradas populares de este blog