Desde el lado izquierdo del pecho.

Tenía tanta ganas de decirte todo esto, que he dejado de hacer lo que estaba haciendo. No podía dejar de sentir este agobio, esta presión en el pecho si no lo hacía. No podía perder ni un segundo más.


Ya he perdido muchas oportunidades, no puedo hacerlo contigo.


Me siento estúpida cada vez que dejo que el tiempo pase, que el viento venga y traiga y se lleve, y yo nunca sea capaz de hacer que nada que quede. Siempre he sido igual de gilipollas. Siempre me he quedado callada. Nunca he sido capaz de susurrar un ‘te quiero’, ni un simple ‘quédate’. Y a veces no bastó con la mirada. Pero esta vez, esta vez va a ser diferente, porque ya me cansé. Y me he imaginado sin ti dentro de unos meses, y casi me mata la idea. No pienso permitirlo. Y sería idiota si te dejara pasar ahora que te tengo aquí. Ha llegado el momento de otro cambio, y sí, esta vez te daré un motivo para que te quedes. Te daré una razón para que no terminemos de ver ni una película porque nos invadan las ganas de besarnos. Te daré una excusa para quedarte a mi lado los días de frío, entre sábanas y sabanas acaloradas. Prometo hacer que siempre tengas ganas de un café conmigo, un libro conmigo, una película conmigo, un cigarro conmigo, y ni una tarde sin mí. Voy a dártelo todo para que tú no tengas que irte, para que no me invada la culpa si no soy capaz de hablarte. No voy a guardarme nada para mí en lo que nos concierne. No me callaré nada. Te lo diré todo bajito, en susurros, o a voces si hace falta, pero sabrás en todo momento lo que somos, lo que soy, lo que eres.


Ahora que estás aquí, no te vas a escapar.


Si algo me has enseñado, si algo he aprendido, es que el mundo no se detiene. Y, aunque hay que mantenerse en cambio continuo para seguir avanzando, las cosas buenas hay que retenerlas a nuestro lado el mayor tiempo posible. Pero si no les das un motivo para quedarse, se van. Si te quedas callado esperando que ellas solas te den calor en los días fríos, al final se hartan y se van, en mitad de una helada, dejándote en un gulag emocional en Siberia. Tienes que darle tú tu calor para que te lo devuelvan. Y sin ti, todo sería frío y viento. Todo un vaivén de nada. Y no quiero quedarme en eso. No quiero prescindir del lujo que me produces al volver a sentir. Aún me cuesta acostumbrarme a lo que son los sentimientos, pero tengo claro que los prefiero a ellos y a ti antes que al vacío. Así que, quédate, quedaos. Yo, yo me encargo del resto.

Comentarios

Entradas populares de este blog