Soy mi único poseedor.

Escribo noche tras noche delante de un teclado. No escribo para que nadie me lea, y ni siquiera sé si realmente alguien lo hace. Escribo por mí, escribo para mí. Solo comparto mis experiencias y pensamientos por si pudiesen ayudar a alguien. Pero lo que realmente soy me lo guardo para mí, porque me quiero y me valoro más que a nadie. No pienso compartir lo que soy con gente a la que no le interesa realmente. Supongo que si alguien está leyendo estas palabras, es porque se interesa o cree que puede resultarle de ayuda. Y no tengo problema en hablarte a ti.
Alguien me dijo una vez que quien me tuviese para siempre a su lado, sería rico. Por eso me considero la persona más afortunada del mundo sin tener mucho dinero. Nos pasamos la vida buscando ese alguien que nos conozca, nos entienda, nos aprecie y nos valore para siempre, sin excusas ni peros, y que nunca se vaya. Buscamos y buscamos, pero esa persona está más cerca de lo que creemos. ¿Quieres saber dónde? Mírate al espejo. Eres tú quien te acompañará siempre, quien debe quererte, cuidarte, mimarte y hacerte feliz. No dependas de nadie que no seas tú. Vivir dependiendo de alguien no es vivir, es vivir esclavizado a ese sentimiento. ¿Qué más dará lo que el resto pueda opinar de ti? Ellos no te conocen. Tú sí. O deberías hacerlo. Conócete, quiérete y valórate. Tú eres tu único dueño. Solo tú puedes decidir sobre ti. Cuando entiendes esto, la gente empieza a valorarte. Porque tú lo haces.
Hoy no necesito las alabanzas de la gente para sentirme bien con mi cuerpo. Ya no necesito méritos ni elogios para ser feliz. He aprendido a mirar en el espejo y verme por dentro y por fuera, sin tener ganas de romperlo. Me conocí a mí misma, y ahora cambio lo que quiero cambiar. Pero no por lo que pueda suponer la presión social, sino porque quiero sacar el máximo partido a lo que soy. Hoy vivo por mí, vivo para mí, y escribo para mí. Yo decido.

Comentarios

Entradas populares de este blog