Otra mitad.

Tarde gris de enero en el sofá, persianas bajadas y luz tenue que sale de una vela que no se apaga. De fondo, la suave melodía que unas manos rudas hacen sonar de aquel piano al que nadie le prestó atención. Resulta tan contradictorio como esas manos grandes, fuertes y que resultan tan bruscas, pueden sacar ese dulce sonido del perfecto equilibrio del ébano y el marfil. Se apoya con la espalda ligeramente echada hacia delante, pero totalmente erguido, llevando el ritmo de sus dedos con el pie. Canta en voz baja, entre susurros que desde aquí puedo ir como el viento entre ramas secas cuando es otoño, y hace que se erice el vello de mi piel y ligeros escalofríos recorran mi espalda para hacerme estremecer de la manera más dulce posible. Mis ojos se entrecierran, me dejo llevar por las notas de aquel piano y el susurro de su grave voz. Tengo mantas alrededor que me protegen del frío de ahí afuera, pero jamás sentiría frío en esta situación... Oigo sus pasos ligeros por la madera crujiente del suelo. A pesar del gran tamaño de sus hombros, se mueve como un felino; con rapidez y sin dejar notar su presencia. Es tanto lo que renace en mis entrañas al sentir cómo se sienta a escasos centímetros de mi pecho que no cabría en un libro. Por fuera parece rudo y frío, da la horrible sensación de que realmente no tiene sentimientos. Menos cuando sonríe. Sabe cómo sonreír según el momento y te transmite todo lo que está pasando por su mente con esa elegante y sencilla curva, siempre que tú sepas interpretarla. Y yo sé hacerlo. Sé ver más allá de esa imagen de roca que lo envuelve. Supe escuchar las notas de su piano, el escalofriante susurro de su voz grave, los rítmicos latidos de su pecho, sus ganas de conocer el mundo, su ansia de luchar. Esa es la clave para conocer a una persona, ver más allá de lo que esconde aunque no te lo quiera enseñar. Cuando encuentras a esa clase de persona que sabe hacerte sentir completo, todo es un poco diferente. Tal vez no sea como tu esperaste en un momento, tal vez haya cabos sueltos que no se deban atar, pero tienes la seguridad y la firmeza de que conoces a esa persona y no cambiarías ni sus defectos, porque sus defectos complementan a los tuyos y quedan ambos neutralizados. 
Todo el mundo debería encontrar a esa persona que nos hace sentir en una nube, pero para muchos solo estarán en sueños, como las manos que recorren el viejo piano al que nadie le prestó atención.

Comentarios

Entradas populares de este blog