Divagar, divagar.

Vuelvo a casa y llueve. Llueve. ¿O lloro? ¿Llueve o lloro? Lágrimas saladas y gotas de lluvia ácida se mezclan en las comisuras de mis labios y producen un sabor amargo en mi boca. Hace a penas unos segundos fingía que todo seguía bien, que todo estaba en su sitio. Pero jamás fue cierto. Duele admitir que necesito ayuda. Me gustaría gritar que no, que las cosas no van bien, que mi cerebro es un caos y no me siento a gusto con nada de lo que me rodea. Pero me limito a callar y a sonreír, a vivir en una lucha interna contra mí misma y en la que perderé seguro. 
Vivo sumida en una montaña rusa. Subo lento lento lento, me mantengo dos segundos y caigo empicada a velocidad de vértigo. Y necesito que paren. Me he cansado de tanto sinsentido.

Comentarios

Entradas populares de este blog